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jueves, 31 de agosto de 2017

Una conferencia extraordinaria. Homenaje de Juan José Campanella.



Vi el anuncio en un banner tras el vidrio de la Cámara de Comercio de Lomas de Zamora. “Cómo gestionar recursos para conseguir objetivos” a cargo de “Juan José Campanella”.
Por la composición del público que asistió al evento noté que no sólo a mí me había resultado extraña la asociación del tema con el expositor.
Además de los pequeños empresarios y comerciantes zonales, el salón se colmó con estudiantes de cine, artes varias y admiradores de todo tipo.
Yo, que leí miles de páginas de gurúes y administradores, no esperé que Campanella agregara nada nuevo a esos contenidos. Mi entusiasmo por ir estaba guiado por la admiración y el agradecimiento por haber concebido Vientos de Agua, una obra con la que para mí resulta suficiente para elevar a la categoría de monumental a Juan. Pero me equivoqué… Cualquiera que decida llevar adelante un negocio pudo aprender muchísimo del encuentro, sin pagar un curso en Harvard, dicho sin desmesura.
El encuentro fue fantástico, literariamente hablando. Campanella apareció vestido como suele vérselo media hora más tarde del horario pautado, lo que le ocurre a casi todo aquél que viene de la capital a nuestro conurbano, pasando por una infinidad de semáforos y baches. También él estaría recordando en la travesía las visitas que le permitieron crear Luna de Avellaneda.
Después de las presentaciones de rigor, en la que no faltó el rasgo del suburbio en los dirigentes locales que no resisten la tentación de subirse al escenario, Juan, flanqueado por dos moderadores, uno de los cuales fue quien inspirara la historia del personaje principal de Luna de Avellaneda, tomó finalmente el micrófono.
Paradójicamente, el guionista no había preparado ningún guión, o eso quiso hacernos creer. Tipos como él sólo necesitan de un mínimo estímulo para crear una historia allí donde los demás vemos trivialidades.
“No sé preparar conferencias –dijo-. Así que les propongo que me hagan preguntas”. Ese fue el instante en que se produjo la magia. Cada uno de los asistentes del salón, al que hubo que agregarle sillas a último momento, se transformó en un ser único, propietario de una historia que merecería ser contada.
Bastó una sola pregunta para entrar en clima y desatar una ola de brazos levantados para interpelar al personaje.
Todas las respuestas tenían que ver con las empresas, con la vida, con el cine y con la pasión que nos mueve a los seres humanos. Todo al mismo tiempo.
“Uno empieza una creación con una búsqueda. Viví mucho tiempo en Estados Unidos, pero nunca me hice americano. Cuando me levantaba por la mañana, en mi camino al baño encendía la computadora, y al salir, ya estaba buscando las noticias de los diarios de Argentina. Fue uno de esos días cuando pensé en cómo pudieron mis abuelos llegar a un país nuevo, dejando toda su historia atrás, así, de cuajo, para empezar una nueva vida. Esa idea me inspiró Vientos de Agua.”
Juan se pasa la vida buscando historias para contarnos, tal vez sea el talento que lo hace único. Todos, al fin y al cabo, nos pasamos la vida haciendo cosas para descubrir quiénes somos. Él encuentra en las historias de los demás los significados más profundos. Su humildad devela su agradecimiento a quienes le proporcionan tan valioso material.
“Uno empieza con la idea y decide llevarla a cabo. Luego de ese momento comienza una carrera de obstáculos para resolver los problemas que se van presentando.” Esa me pareció una síntesis perfecta de lo que es una empresa.
Un terror vertiginoso se iba apoderando de la sala cuando Juan contaba que en una película trabajan unas ochenta personas y cuatrocientas hacen falta para hacer una película de animación. Todo ese presupuesto hay que conseguirlo entre quienes confíen en el éxito del emprendimiento, gestionarlo de manera eficiente y devolverlo con ganancia para los inversionistas, si uno quiere que lo sigan financiando. Y todo puede irse a la basura si el primer fin de semana de la exhibición la película no funciona y es retirada rápidamente de las carteleras.
Nada con lo que no haya que lidiar con cualquier emprendimiento, pero tal vez demasiado para quienes sólo vean en una película una expresión artística, o quienes esperan que el gobierno proteja sus negocios con ventajas impositivas, aranceles externos u otro tipo de privilegios de los que se jactan las cámaras cuando los consiguen para sus asociados.
- Si todo es tan riesgoso, qué lo lleva a hacerlo? Alguien preguntó mientras el moderador de Luna de Avellaneda repetía otra vez que no todo pasa por el lucro (“Pero los artistas también tienen que comer” dijo Juan una de esas veces), como si alguien emprendiera alguna acción para fracasar –salvo algunos casos que atienden los psicoanalistas-. Sea por dinero, o por otro valor, todos entregamos algo para obtener algo a cambio. A veces reconocimiento, a veces cariño, a veces para aliviar la conciencia, y otras, las más baratas, sólo esperamos dinero, para poder intercambiar el valor que creamos para otros con el supermercado.
Juan, zanjando una larvada disputa, dijo que él emprende para trascender. “No hago cine para ganar dinero, si fuera por eso me dedicaría a otra cosa”.
¿Hay alguien que emprenda algo sólo para ganar dinero? El esfuerzo y la energía que se necesitan para emprender sobrepasan por mucho el ánimo de hacer dinero. Los que no tienen la pasión que demuestran  Juan y todos los emprendedores se quedan a mitad de camino. Podrán tener éxito en algún negocio, aún sin descubrir por qué, pero difícilmente lo sostengan.
Emprender implica una tensión permanente entre las ansias de hacer y la incertidumbre por el resultado.
“Hay que tener piel de rinoceronte” dice Juan cuando le preguntan qué hace falta para dedicarse al cine, “primero te van a decir que te dediques a otra cosa, que con eso no vas a vivir. Si sobrepasás eso, después llegan los críticos, que cuando llegaste a hacer algo vienen para destrozarlo… Aun así, hay que seguir, yo recién pude vivir del cine a los 41 años.”
- ¿Tuviste suerte?
- Siempre necesitás de la suerte. Cuando estaba por estrenar “El Secreto de sus Ojos”, que era un policial, una película oscura, de la que muchos me decían que no tenía que ver conmigo, que no era lo que la gente esperaba de mí, sucedió aquel hecho en el que mataron al peluquero de Susana Gimenez y ella muy indignada declaró eso de que “el que mata tiene que morir”. Mi mujer me advirtió que el clima social que se había creado con la expresión haría triunfar la película.
Cuando nos conviene lo que sucede lo llamamos suerte. Juan tiene la capacidad de convertir en positivo cualquier hecho. Cuando algo es desfavorable es sólo un obstáculo a superar. Otra lección de espíritu emprendedor.
El tiempo se había detenido entre muchas anécdotas y reflexiones entrañables del Buscador de Historias para Contar. Volvió al conurbano tal vez para sumergirse de nuevo en sus ambientes bucólicos. Ví en él más admiración y agradecimiento que el que teníamos nosotros frente a la oportunidad de haber charlado con semejante figura. De ahí su intención de dar este homenaje.
De regreso a mi casa, Jorge Fernández Díaz presenta una reseña radial de Ricardo Darín, otro que se declara un tipo con suerte, y cuenta lo que Juan dice de los ojos de Darín: “vos lo mirás a los ojos y podés ver lo que está pensando, su cerebro se ve a través de sus ojos”.
Cosas que descubre el Buscador de Historias para Contar.  

lunes, 21 de agosto de 2017

Por qué puede ser una señal de salud que cierren comercios.



Suele asociarse el crecimiento al bienestar y, en términos generales, esta idea es correcta. Si por bienestar, al menos en sentido económico, entendemos la posibilidad de consumir una mayor cantidad de bienes y servicios es razonable entender al consumo como una medida del bienestar y asociar, entonces, el consumo a un síntoma de crecimiento.
Ahora bien, el nivel de consumo, tanto de una familia como el de un país, puede provenir de diversas fuentes. Por un lado, la mejora de la productividad, que hace que produzcamos más bienes con igual o menor esfuerzo, nos permite mejorar nuestra capacidad de consumo. Otra fuente de mejora del nivel de consumo puede ser la toma de deuda. En este caso, el consumo presente augura una pérdida de bienestar futura, cuando haya que destinar recursos para pagar las deudas. Una tercera alternativa, no accesible a los particulares, es imprimir dinero, de uso exclusivo del gobierno.
Como vemos, sólo una de las tres alternativas puede sostenerse en el tiempo. En efecto, la capacidad de aumentar la productividad proviene del ahorro, que posibilita la formación de bienes de capital -la educación es uno de ellos, acaso el más importante-, que son los que nos van a permitir producir más bienes para intercambiar con otros o para consumirlos nosotros mismos.
De dónde proviene, entonces, la idea de que el consumo es equivalente a la de bienestar?
Los economistas han desarrollado la noción de PIB (Producto Interno Bruto), que es una medida que suma el monto de todos los bienes finales que la economía de un determinado país -o unidad política- consume durante un determinado periodo. Esta medida incluye los gastos del gobierno, por lo que puede haber un crecimiento del PIB si el gobierno gasta más -consume más bienes y servicios- lo que puede hacer cobrando impuestos, tomando deuda o imprimiendo dinero y produciendo, de este modo, inflación.
En consecuencia, el crecimiento del PIB no es per se, una medida de la salud de la economía.
Además, como ha sido dicho, el PIB refleja el consumo de bienes finales, no toma en cuenta los bienes intermedios y primarios que se requieren para la producción de bienes de consumo final.
Lógicamente, producimos para consumir, pero no somos más ricos por consumir más sino cuando nuestra capacidad de consumo crece consistentemente, lo que sólo ocurre si realizamos las inversiones necesarias en bienes de capital para ser más productivos.
Los gobiernos son capaces de crear una ilusión de bienestar inyectando dinero en la economía, lo que significa consumirse los ahorros, porque si se endeuda para repartir dinero deberá pagar esas deudas o si imprime más dinero la consecuencia será la suba de los precios de los bienes -que siguen siendo los mismos frente a más cantidad de dinero-.
Si uno utiliza sus ahorros para ir de vacaciones o cambiar el auto en lugar de usarlos para pagar la educación de sus hijos o comprar una nueva máquina para producir más, ¿se está convirtiendo en más rico o en más pobre?
Claro que se siente mejor el consumo que el ahorro. El ahorro significa una postergación de la satisfacción y sólo nos disponemos a ahorrar si podemos alcanzar en el futuro una satisfacción mayor a la presente.
En el caso del consumo de bienes (porque también realizamos esfuerzos equivalentes al ahorro cuando realizamos un entrenamiento físico o estudiamos) cuanto más escasos son los bienes deseados mayor propensión al ahorro tendremos. Un automóvil es el modo de satisfacer la necesidad de transporte de un modo más rápido y confortable, pero para construirlo son necesarias varias etapas de producción previas a la adquisición (comercialización, distribución, ensamblado, diseño del modelo, fabricación de las piezas, producción de los materiales que las componen, por mencionar algunas de ellas).
Que emprendamos la construcción de un automóvil depende de que la recompensa esperada por su venta justifique el ahorro de quienes deciden producirlo (tanto en capital como en postergación de sus propias satisfacciones). En una economía compleja -en la que participan muchísimos actores- es el sistema de precios el que representa las valoraciones relativas de los diferentes bienes que se producen, siendo la escasez -cuando hay muchos más demandantes que oferentes- de determinado bien lo que impulsa la suba de su precio. En el caso de los bienes cuya producción demanda una cantidad apreciable de tiempo también su precio es el reflejo de las preferencias intertemporales.
Comprar manzanas en el Caribe puede resultar más caro que comprar mangos, a la inversa en la Patagonia, pero los automóviles tienen un precio similar en todo el mundo. Esto se debe a que el tiempo es un recurso escaso en todo el planeta.
La tasa de intercambio de un bien por otro depende tanto de la escasez relativa de los bienes a intercambiar en un momento dado (tantas manzanas por tantos mangos) como de las preferencias temporales (cinco manzanas ahora o seis dentro de una semana, por ejemplo). Esta preferencia intertemporal es lo que refleja la tasa de interés. Algo que existe aún sin necesidad de que exista el dinero.
Como existe el dinero para favorecer los intercambios -no habría posibilidad de producir bienes que requieran mucho tiempo para ser producidos sin él- el precio del dinero refleja su escasez relativa. En efecto, en una economía donde se ahorra mucho el dinero es abundante, generando un inmediato incentivo al consumo pues no será costoso obtenerlo.
Como preferimos consumir hoy antes que mañana, emprenderemos proyectos que requieran menos etapas para obtener el producto para su consumo final pues no se produce recompensa en dinero por demorar la satisfacción. Si nos resulta relativamente más barato importar automóviles que producirlos, nos convendrá importarlos y venderlos, evitando las etapas anteriores a su distribución y comercialización.
Ahora bien, como ha sido dicho, no sólo podemos obtener dinero por medio del ahorro sino también por medio de pedirlo prestado -la emisión de moneda es otra forma de endeudarse-. De este modo se produce una abundancia de dinero que impulsa a la creación de emprendimientos más cercanos al consumo final, especialmente comercios, para satisfacer todo tipo de necesidades favoreciendo una falsa percepción de riqueza, pues no está sustentada en una ventaja consistente sino temporaria, ya que nuestra capacidad de pedir prestado dependerá tanto de la abundancia del bien que requerimos (si abunda el dinero en el mundo) como de nuestra capacidad para cumplir con los pagos de la deuda (podremos pagar si vendemos algo que producimos y los demás demandan).
Cuando se agota la capacidad de endeudamiento y el dinero comienza a escasear, por lo que se hace más caro, muchos proyectos iniciados en periodos de abundancia dejan de ser rentables, empezando por aquellos que la población considera más superfluos.
Esto muestra un signo de agotamiento del ciclo económico.
La escasez de dinero encarecerá su precio, lo cual vuelve rentables los emprendimientos con mayor cantidad de etapas de producción, ya que las ventajas se producirán con la ganancia de productividad.
En este caso, el cierre de comercios puede reflejar el nacimiento de una etapa más saludable de la economía. El ahorro que era destinado a emprendimientos a etapas más cercanas al consumo, comienza a volcarse a inversiones que requieren un tiempo mayor de maduración, con creación de más valor para la sociedad.

Si he logrado despertar su interés en el tema, puede profundizarlo con la lectura de
- Mark Skousen - La estructura de la producción. 1990.
- Jesús Huerta de Soto. Dinero, crédito bancario y ciclos económicos. 1998.

sábado, 19 de agosto de 2017

Catadores de emociones

Un sommelier es capaz de distinguir inmumerables sabores donde los no entrenados sólo perciben los básicos. Nombrar esas experiencias las enriquece aún más. Algo similar nos sucede con las emociones, introducirnos en esta experiencia desarrolla la alguna vez llamada "inteligencia emocional".
http://nautil.us/issue/51/limits/emotional-intelligence-needs-a-rewrite

En qué consiste la inteligencia humana?

Con los mismos datos podemos extraer diferentes conclusiones y ser todas válidas. Aprender sobre la inteligencia artificial nos lleva a descubrir en qué consiste nuestra propia inteligencia.

 http://nautil.us/blog/-the-fundamental-limits-of-machine-learning


La Política corrompe a la sociedad. Por Juan Ramón Rallo.

La democracia moderna, lejos de favorecer la convivencia armoniosa, parece encaminarse a formas de confrontación radicalizadas. Es así?

https://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2017-08-16/la-politica-corrompe-a-la-sociedad_1429097/